Tierra de viento y metáforas


Foto: Sergio Arellano


Por Analía Melgar

Cuando una pieza escénica comienza a rodar y rodar, eso indica varias cosas. Pero cuando una obra de danza independiente comienza a rodar y rodar eso indica, seguro, dos cosas: que la obra tiene calidad y que quienes la tienen a su cargo saben actuar como gestores. Tal es el caso de Árida o Estepa, el solo creado e interpretado por Lucía Russo. Estrenado en 2005, desde entonces, se presentó en diversos espacios de Buenos Aires y de ciudades de diferentes provincias argentinas, en Uruguay, en México… y sigue rodando. Recientemente formó parte del IV Festival Buenos Aires Danza Contemporánea como una de las pocas obras de peso que pudieron verse en este evento desprestigiado por la desidia del Gobierno de la Ciudad e integrado por propuestas mayormente insulsas.
Por el contrario, Árida o Estepa es una obra hecha de pura contundencia poética. El continuum sin fracturas de esta danza se teje con hilos de metáforas irresueltas, interrogantes, atmósferas, pasajes. Árida o Estepa tiende puentes hacia el espectador, para llevar adelante una ceremonia, un suceso espiritual extraordinario, un rito posmoderno. Lucía Russo rescata, en sus imágenes minerales, antropomorfas, prelingüísticas, un hálito de humanidad indiscutiblemente arraigada en el aquí y ahora desgarrado que nos toca vivir.
Los anclajes referenciales de este solo, que es un dúo con un violonchelo, se construyen sobre los ecos de la tierra de nacimiento de esta bailarina y coreógrafa. Oriunda de la Patagonia argentina, Lucía Russo habita su trabajo con el silencio y con el viento de esos parajes. Pero con ese material, se lanza mucho más allá de una remisión geográfica. En el plano de la exploración del movimiento, Russo combate exhaustivamente el uso de reconocibles códigos de la danza y logra expresarse con un destilado físico sumamente auténtico, que se nutre de una particular configuración corporal. Russo brinda, generosa, su cuerpo desnudo como una absoluta necesidad de la obra, para hacer interactuar la atmósfera seca y ríspida de la pieza con la fragilidad de la piel expuesta.
Pero Russo luce como una enigmática madona prehistórica: poderosa, fuerte, resistente. Su contundencia, sin embargo, se muestra poco a poco con un astuto manejo del ritmo escénico, para aumentar el interés de seguir viendo la evolución de la obra. El comienzo, casi en la quietud, deja el protagonismo a la danza de unas bolsas de plástico animadas por el motor del aire. Progresivamente, la bailarina, en pleno ejercicio de su soledad, crece y conquista el escenario. Así, se erige como una gran presencia que oscila entre la tosquedad y la suavidad, volviéndose, en su disputa interna, un testimonio íntimo.
Árida o Estepa practica el deleite demorado. Con una no pretendida reminiscencia de cine oriental, demanda una mirada que se detenga en un ángulo aparentemente estático, mientras, por el contrario, acontecen infinitos sucesos de intensidad filosa que acaban en un estallido áspero. La misma contención y subsiguiente explosión suceden en el atento y experto violonchelo de Claudio Piña. El instrumento, ejecutado en vivo, sigue la partitura coreográfica, hecha de suspiros, vibraciones, elongaciones y silencios conflictivos.
El conjunto danza-música sigue rodando. En mayo de 2007, fue en la ciudad de Buenos Aires. En el futuro, será aquí y allá. Nunca es tarde para verlo por primera vez, nunca es demasiado volver a verlo.


Ficha técnica
Dirección: Lucía Russo
Composición musical: Claudio Peña
Intérpretes: Lucía Russo (danza), Claudio Peña (violonchelo)
Diseño de iluminación: Leandra Rodríguez
Diseño de vestuario: Faustino López
Diseño y realización de sistema espacial: Sebastián Alcalde
Asistencia coreográfica: Lucas Condró, Laura González y Natalia Tencer
Asistencia: Muriel Rébora
Asesoramiento teatral: Silvio Lang
Fotografía: Juan Gasparini
Diseño gráfico: Leonardo Fernández y Germán Lang
Dibujos: Lorena Sagiryán
Contacto: ruxxxa@gmail.com
Árida o Estepa fue producida por Casa Dorrego, es auspiciado por Reciclaire y contó con un subsidio del Instituto Prodanza de la Secretaría de Cultura del GCBA en el año 2005.


Foto, para Revista DCO: Sergio Arellano
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